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miércoles, 5 de octubre de 2011

Neutrinos e indignados

El Mundo.es

Por Álvaro Vargas LLosa

El Mundo.es.- Si a la gente se le propusiera elegir entre viajar al futuro y viajar al pasado, ¿qué escogería? Estoy seguro de que antes de la hecatombe, digamos hace media década, una encuesta mundial habría indicado que la mayoría quisiera viajar al futuro. Y no dudo que hoy preferiría lo contrario.

 Entonces, el mundo parecía prometer el progreso infinito; hoy vivimos marcados por el miedo al futuro. Basta abrir un diario, ver los índices bursátiles, echar un vistazo al ambiente callejero o revisar sondeos especializados sobre el ánimo de los consumidores para entender que el miedo al futuro es la fuerza motriz de estos días.

Es posible que la solución a nuestro miedo del provenir haya llegado, hace pocos días, desde CERN, el laboratorio europeo que estudia el mundo subatómico, con el asombroso anuncio de que los neutrinos, unas partículas etéreas que hay por ahí dando brincos en el universo, pueden viajar a mayor velocidad que la luz. Si eso se comprueba con nuevos experimentos, habrá quedado superada la teoría de la relatividad especial de Einstein y querrá decir que es posible retroceder en el tiempo.

El laboratorio de CERN lanzó las partículas desde Ginebra hasta el centro de Italia, a 730 kilómetros, donde el detector registró que los neutrinos viajaron a través de la corteza terrestre unos 60 nanosegundos más rápido que la luz. Se suponía que era imposible porque nada viaja más rapido que la luz.

Según la teoría de la relatividad, el tiempo se vuelve más lento a medida que la velocidad de un objeto es mayor, hasta que se alcanza la velocidad de la luz, preciso instante en que el tiempo se detiene. Por tanto, si algo fuera capaz de viajar más rápido que la luz, el tiempo de ese “algo” retrocedería.

De ser cierto lo que creen haber descubierto los científicos, ello no implicaría que los seres humanos están en condiciones de hacer lo mismo que los neutrinos. Pero, además de revolucionar la ciencia, la posibilidad teórica de que eso mismo fuese posible algún día se incrustaría en el imaginario universal. Todo un género cinematográfico, el de la ciencia ficción y películas como “La máquina del tiempo”, “Star-Trek” o “Regreso al pasado”, se devaluaría de inmediato.

Los escépticos dicen que, a pesar de que OPERA, el experimento que produjo esta aparente maravilla, lleva más de cinco años estudiando los neutrinos, se necesitan muchos experimentos nuevos para comprobar el hallazgo. También dicen que lo más probable es que si los neutrinos superaron la velocidad de luz lo hayan hecho porque encontraron un atajo en la corteza terrestre por una de las dimenciones misteriosas que los científicos creen que podrían existir además de las cuatro archiconocidas del espacio-tiempo. Lo cual no implicaría un retroceso en el tiempo.

Incluso así el logro sería asombroso porque permitiría la mayor revolución científica desde la teoría de la relatividad. No estaría nada mal que Europa hiciera tamaña contribución universal en esta hora de derrota.

Tengo para mí, sin embargo, que en el mundo de hoy necesitamos desesperadamente que los neutrinos viajen a mayor velocidad que la luz porque la idea de retroceder en el tiempo, aunque sea a nivel subatómico, nunca fue más deseable. La generación de los indignados –de Madrid a Tel Aviv y de Santiago a Nueva York— lo pide a gritos. Creíamos que estaban reclamando que los banqueros vayan presos, que la vivienda sea más barata, que toda la educación la pague el Estado o que la democracia aterrice en el pueblo.

Pero no, lo que estaban pidiendo –gracias a OPERA, esto se puede ver más claro— era que alguien les abriera la posibilidad de retroceder en el tiempo, aunque sea vicariamente. La ciencia les ofrece hoy, mientras los futuros experimentos no desmientan los anteriores, esa compensación espiritual. Vaya ironía.   

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